Ha llegado la hora, son un poco más de las tres y siento como mi mente se divide, apareciendo en otro lugar, junto a alguien que no reconozco, pero que intuyo me conoce, pues ha sido él quien me ha llamado a su lado. Lo escucho hablarme como de lejos, tentando mis sentidos, contándome entre susurros sus fantasías, conversando con mí recuerdo. Su mano descansa en mi muslo irreal, acariciando con lentitud la suavidad de la carne inmaterial, mientras sus dedos traviesos buscan entre los pliegues de lo escondido el placer concebido, la humedad que viaja a través del calor y las ganas. Sus labios atrapan mis dedos fantasmales que se pasean por su rostro en un intento de reconocerlo, de encontrarle. Mis pechos se inflaman por las carisias deseadas, en ese lugar en el que he abandonado mi cuerpo para entregarme a ese placer efímero. Es él y sólo él, quien puede provocar esa acalorada reacción en mi cuerpo, tiemblo… suspiro… mi garganta deja escapar un gemido, reconociendo la distancia que nos...
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