Entre musas perdidas



¡Admito haber sido una niña muy traviesa! En más de una ocasión me he enfrenado con la página en blanco y le he echado la culpa a esos seres traviesos que no llegan a jugar con mis ideas y mis sueños. Hoy me estoy volviendo loca, llegaron todos o gran parte de ellos. Una novela olvidada está tomando nueva forma… no cambiando, pero si cobrando mayor vida ya que había quedado entre las sombras por los elementos picaros, sensuales o sexuales, {opine según lea usted}, pensando que al ser algo tan fuera de mis temas favoritos, fantasía, comedia o romanticismo, era mejor que nadie la leyera. Ahora no pienso igual y la condenada no me suelta. Quiere salir a jugar…
      Esta va con especial cariño para todas las mujeres que han sido abusadas, violadas física o mentalmente y hoy le han sacado la lengua a la vida dando lo mejor de . Sé que no es fácil, es doloroso, vergonzoso, cruel… pero hoy sé que no estoy sola… peor aún, adminto que nunca seré lo que la sociedad dice debe ser una dama… Al carajo entonces… seré de ahora en adelante lo que me dé la puta gana… aunque solo sea por ahora a través de mis escritos.
  Acá un pedazo del inicio de  
                                  Locuras de familia, novela que espero poder
                    publicar a inicios del 2016…

Capítulo 1
Sorpresas
          Los gemidos en la habitación eran estruendosos, la luz del joven amanecer entraba por la ventana abierta, mientras ambos se movían a un mismo ritmo. Lo vio temblar mientras le acariciaba el rostro, atrapando en la punta de los dedos una gota de sudor. Ambos en medio del sueño habían despertado cargados de ansias y abrazados, lo que los había llevado a una entrega total. Ella le sonrió de forma traviesa, reconociendo la mirada de él, colocando las manos con fuerza contra el espaldar de la cama, dejó que su cuerpo fuera liberado por las embestidas de Armando. Sin duda, esa danza antigua era exquisita, más cuando se estaba con alguien a quien se conocía. El grito de ambos no fue una sorpresa, pero sí gratamente recibido. Entre jadeos y besos suaves se abrazaron por unos instantes.
-¿Cómo te sientes?
-Excelente…- No le quedaba otra forma de explicar lo que sentía. Sintió que iba a decir algo más, lo vio negar con una sonrisa en los labios para luego alejarse y tomar la caja de cigarrillos; una mala maña que no había dejado, pero que aún intentaba romper. Lo observó contra luz, pensando que su cuerpo estaba saciado, su mente tranquila y su amante estaba en el balcón de la habitación fumando, un anticlímax total. Ella no le permitía fumar a su lado. Lo que era todo un “crash down”, eso sucedía cuando uno se buscaba un amante que sufría de alergias. Increíble, pero cierto. Se dio la vuelta en la cama para tomar de su cartera el último libro que estaba leyendo. Sus manos rebuscaban entre los objetos mixtos y extraños de su cartera mientras seguía pensando en lo que sucedía con su amante. ¿Hacía cuánto no hablaban o discutían de algún tema que les apasionara?  No esperes milagros…era lo que se decía cada vez que entraba en ese apartamento. Sintió un estremecimiento delicioso, aún podía sentir las caricias desesperadas, el dulce dolor en la parte baja de su cuerpo, donde las sensaciones habían sido maravillosas, originadas por dos amantes que se conocían muy bien. Sus pechos hinchados se sentían pesados y llenos, algo que la tenía sorprendida por lo mucho que habían cambiado en tan poco tiempo.
Con un suspiro resignado se arrellanó en la cama y abrió su copia de El cuadro de Dorian Gray, a pesar de que la historia le gustaba muchísimo por la belleza de descripción del autor, su mente viajaba una y otra vez a su amante. Su mirada se posaba con frecuencia en la figura entrecortada por la luz del amanecer.
          Lo conocía muy bien, el tiempo había pasado y ellos se habían alejado, sin embargo, el núcleo que le permitía seguir caminando hacia adelante no fue cambiado por la vida. Entendía que algo le estuviera molestando, lo cual no quería decir que invadiera su privacidad con preguntas incómodas. Cuando estuviera listo, él hablaría. Pero diablos, eran tan diferentes como el agua y el aceite, eso sí, cuando los unías podías hacer un buen arroz. Sonrío ante el pensamiento tan mundano y se dejó envolver por la historia del libro.
Vio como los personajes cobraban vida en su mente y podía ver los sucesos como una película mental, mucho mejor que cualquier versión cinematográfica que se hubiera hecho del libro. Algo que le ayudaría a no pensar en el hombre taciturno que estaba metido en su cueva sin decir lo que le estaba comiendo el alma. Escuchó que tocaban a la puerta y el grito de Armando desde el balcón diciendo que no había terminado con el cigarrillo. Ella negó con la cabeza. Se puso en pie, mientras miraba la figura de Armando contra las sombras del amanecer.
          Su cuerpo recortado por la luz del amanecer demostraba el paso del tiempo de forma limitada. Recordó al jovenzuelo que vivió con ella por tres años en ese lugar, sintiendo que ambos habían perdido algo, pero que en esos momentos podían ganar mucho más. Aunque no sabía cómo poner sus manos en ese algo que torturaba a Armando. Suspiró profundo y sintió el olor a cigarrillo, el olor de la ciudad y el silencio que había caído en una calle que no sabía lo que era el silencio durante los días de semana, pero que en domingo era punto muerto.
Recordó los gritos y el gran volumen de personas que se congregaban en la estrecha calle, buscando especiales. ¡Como que estaban sobre los puntos de ventas y reunión para jóvenes de la universidad! Río Piedras en un buen día podía recibir la visita de miles de personas de diferentes clases sociales, con diferentes gustos e ideas. La meca de una ciudad que es vecina de una universidad. Con movimientos seguros, aunque sin pensarlo mucho se encaminó hacia la puerta principal del apartamento. Notó con nostalgia lo poco que había cambiado en diez años y lo poco que duraría la estructura si seguía descuidándose. Trató de colocar lo mejor que pudo y con una mano su bata color verde jade, sobre su desnuda piel, las solapas algo abiertas por lo torpe del movimiento. Con el libro en mano y una sonrisa pícara en los labios abrió la puerta para encontrarse no con la comida que esperaban, sino con una mujer con la nariz enrojecida y lágrimas rodando por sus mejillas. “¡Diablos!
          -Jey… Armando, no es la comida, pero sí es para ti.- Con un movimiento rápido se alejó de la puerta dejando entrar a la tormenta de mujer que conocía por diferentes descripciones, ninguna de las cuales la habían dejado como una fémina lógica y racional. De seguro no podía escoger un mejor día, con tanto que tenía que hablar con la familia y ella que aparecía en su puerta. Sonrió con dulzura y maldijo su mala suerte varias veces. Soltó el libro y ató el tejido de la bata de forma correcta, evitando dar una buena imagen de lo que se escondía bajo la misma.  
          -Carajo Sara, ¿qué haces aquí?
          -Tenía que saber por quién me has dejado. Maldito… es una niña…- [...]

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