En mis manos

Te veo ante mí, delicioso, dispuesto, mostrándome tú verdadero ser tus ojos se calan en los míos, mientras exploro regiones por nadie antes exploradas. Eres tan mío como el aire que respiro, en este instante estas entregado al placer que te brindo, con caricias escondidas entre suaves, traviesas y entre pliegues escondidas. Quién podría decir que una noche de juego y pachanga podría entregar a tal presa a mi jaula. Nunca lo hubieras imaginado teniéndome siempre a tu lado, que en un desliz te pudieras entregar manso a mi forma de amar. Pero lo que te sorprenderá mañana al despertar, es que es una mujer quien te abraza y no el hombre que llevaste a tu casa.  

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