El Problema (Prologo)
Era un hotelito en el
área rural. Hermoso por su sencillez, pero llamativo por sus jardines, en la
promoción se decía que tenían el poder de curar la mente y el alma de aquellos
que paseaban por ellos. Los comentarios de los que allí habían estado eran
mucho, incluso en asuntos del amor. Tanto así creando una leyenda que las bodas
que sucedían allí, todas habían sido un éxito y muy pocas parejas mencionaban,
que después de años de la boda, regresaban y era como renovar sus votos matrimoniales.
Levantando la idea de que aquellos que se juraban amor en esos jardines era
para toda la vida.
--Ay…
abu, la verdad que se nota tu mano en cada planta del lugar. Excelente ojo no
hay duda. – un suspiro acompaño esa mirada al exterior del hotel.
No podía tener más de
veinte habitaciones y según decía la promoción era el rincón favorito para
cualquier tipo de enamorados o amantes, aunque contaba con áreas destinada para
aquellos que no podían estar mucho tiempo fuera del trabajo. Por otra parte,
benditos teléfonos con buscadores de internet integrados, ya que se encontraba
en un rincón perdido de la mano de Dios. No podía negar que tan melosa descripción
había estado a punto de hacerla vomitar en más de una ocasión. Era su primera
vez en ese pueblo, ni siquiera de niña había visitado el hogar de su abuela, ni
siquiera sabía pronunciar el nombre correctamente. El estado y el país, eso era
lo único importante para saber llegar, no lo había creído a su madre cuando le
dijo que el viaje era para morir, pero no le quedaba otra después de haber
recorrido tantas millas.
Cuando había
preguntado por su abuela en el vivero del cual era dueña, la mujer que le
atendió le dio toda la información que necesitaba para llegar al lugar, pero
como no se había presentado como la nieta, eran muchas las miradas de
curiosidad que le habían dirigido. El recuerdo de la cara de susto al ella
entrar aún le producía ganas de reír a carcajadas.
Se bajó de su querido VW
escarabajo, con decisión, vestida de negro y con botas altas, sabía que llamaba
la atención en el lugar. Más, por estar fuera de lugar con sus colores y
estilo, que por su belleza. Su madre le había mencionado en una ocasión que lo
único que tenían en común era el cabello pelirrojo y el genio, porque todo lo
demás era de una mujer voluptuosa y cargada de curvas latinas. Lo que su
pequeña madre con cinco dos no había sido nunca.
Llegó a la recepción y
se quito las gafas para mostrar sus ojos negros, eran la nueva moda, unos
contactos negros que cubrían todo. Eran un fastidio en lugares oscuros, pero
eran excelente para esconder sus ojos de Bambi. Lo único que le atormentaba y
le daba un aspecto… bueno de niña… ¿buena?
–Disculpe busco a la
señora Flores. ¿Podría indicarme dónde puedo conseguirla? – estaba segura de
que era por la impresión que había causado para que sin preguntarle quien era
le dijeran donde podía encontrarla.
–Al doblar en el
pasillo, la puerta que está a tu izquierda está reunida en la terraza.
–Gracias… que pase un
bonito día. – le guiñe el ojo a la joven e intente borrar de mi mente todo
ruido extra que iba golpeando mi consciente sin mi permiso. Seguí sus
instrucciones, no tarde en escuchar la voz ronca de mi abuela, parecía
frustrada. Una mujer fuerte que había criado sola a su única hija en un pueblo
pequeño donde las excentricidades no eran toleradas, tenía un genio de los mil
demonios, pero era muy difícil sacarla de sus casillas. Según el diario de mi
madre, esa mujer había roto varias reglas, se había casado con un japonés y
para colmo, había sido feliz. Luego al enviudar había montado su propio negocio
con el seguro de vida que éste le había dejado, había comenzado a estudiar
nuevamente. Convirtiendo una pequeña floristería en un negocio de jardinería
artística y por último en un vivero cargado de posibilidades exóticas. Uno que
recibía pedidos para todos los estados, tanto privados como comerciales. Al
encontrarla de espalda no pudo evitar cubrirle los ojos como cuando era niña. Le
sorprendió aquello que antes había sido una misión, ahora se sorprendió que con
su gran altura era todo un placer. La mujer que la miraba del otro lado parecía
no comprender y sus amigas estaban con la boca abierta. De seguro era por la
belleza que había aparecido del mismo aire y nada que ver con los puntos
extraños de vestimenta, maquillaje y ojos. –Adivina… Adivina…
–Bueno, sólo existe
una joven tan descarada como para interrumpir mi reunión de trabajo. ¡Fransheska!
¿Qué haces por acá y tu madre? – dijo la mujer quitando las manos de sus ojos.
–¡Abuela…!
–Niña volviste a
crecer… qué diablos estás comiendo. Disculpen un momento. – esto último
dirigido a las mujeres que no le quitaban los ojos de encima.
–Estoy comiendo lo
mismo de siempre. Sabes lo piquís que es mami con mi alimentación. Por otra
parte, mami debe estar empezando a salir de casa, eso si encontró ya la nota en
la que le digo que no me busque, que me he escapado y que no pienso regresar. –
Eso lo dijo soltando una carcajada imaginando a su madre quedándose sin hacer
nada, imposible. Algo melosa abrazó por completo a la mujer que siempre había
admirado, pero que nunca había visitado en su casa. Tenía claro que era por el
miedo de su madre a los secretos que podría encontrar o encontrarla a ella.
Pero eso la tenía cansada, quería ser libre de la sombra que era su origen.
–¡Fransheska! Diablos,
voy a llamarla, debe estar a punto de sufrir un ataque cardiaco. Espérame acá
un momento. Me disculpo, la visita ha sido una sorpresa. Imagino que aún no has
desayunado. – Vio que la joven asentía y llamó al camarero, le solicito un desayuno
continental y un frappe de mango,
sabía que le iba a gustar. Se alejó con el teléfono en la oreja intentando
hablar con su hija, sin imaginar la tormenta que dejaba atrás en la mesa.
–Disculpa…
¿Comprendimos bien? ¿Eres la hija de Karla? – La joven sonrió esta vez escuchó
todo lo que había en esa pregunta y lo que no estaba en ella. Esa mujer era la
novia del dueño de ese lugar y había algo en su voz que le decía que su madre
no era una de las personas favoritas de ese grupo. Dejo claro por qué estaba
tan curiosa sobre ese dato, más todavía el miedo que le causaba.
–Sí…
–Eso significa que se
caso. – Entre ellas se pusieron a cuchichear sobre lo mala amiga y el no haberles
invitado la boda.
–No, no se caso. Soy
el fruto de su amor de juventud. Creo que fue antes de salir de este pueblito
de mierda. – Era cierto que no tenía por qué ser vulgar, pero esas mujeres le
provocaban ganas de acuchillarlas. Eran un asco de seres humanos. Todos los
secretos acumulados le estaban provocando dolor de cabeza.
–Jey mocosa, deberías
tener más cuidado con lo que dices.
–¿Por qué…? Tengo
delante a una mujer que está asustada con su reloj biológico, una que ha
abortado a dos niños porque su amante es un hombre casado y otra que debe hasta
los pantis por ser jugadora compulsiva, me van a poner en mi lugar. No lo creo…
ninguna de las tres tiene moral para hacerlo. Quieren saber lo mejor de todo…
las tres desean la chequera del mismo hombre. – Con eso se puso en pie para
recibir al hombre que llevaba varios minutos mirándola desde los cristales, sin
saber realmente que pensar. –Bendición pá. – con esas palabras se lanza a sus
brazos con fuerza, provocando que él dé
una media vuelta sorprendido dejándola de cara a la novia que parecía querer
matar a alguien. Fransheska no pudo evitarlo, sólo por la cara, disfrutó
sacándole la lengua. La que se formó después de esa fue tan grande que al
llegar la abuela no sabía cómo se le había ocurrido dejar a su nieta, tan
propensa a provocar problemas, sola con esas arpías. Es que se había vuelto
loca. Su hija la iba a matar en cuanto llegara, más aún después de escuchar el
mensaje donde le decía donde había llegado su hija.
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