LF Capítulo 5
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Capítulo 5
¡HERIDAS!
¡Calor, demasiada
calor! Sentía la piel ardiendo, las manos atrapadas por la sabana, estaban
húmedas y sus pechos adoloridos. Todo le molestaba, aire… ¡necesitaba aire!
Hubo movimiento en la cama, el peso a su lado pareció desaparecer. Abrió los
ojos y sonrío con cariño al ver quien le había atrapado. Michael con su piel
canela brillando por el sudor ante la poca luz que entraba por la ventana entre
abierta. ¿Sería la Luna?
-Michael…
despierta.- la voz de Eli era ronca, tuvo que tragar con fuerza intentando
aclarar la misma.
-Michael…
¡levántate!- La voz de Cristina le sorprendió por la orden dada y la fuerza de
la misma, pero de forma agradable.
-Hola amor… ¿Qué
ha sucedido? ¿Por qué tanto calor?- dijo él más dormido que despierto.
-Se fue la luz.-
Contesto Cristina.
-¿Cuántas veces
este mes?- preguntó Eli con tristeza.
-Eli, ya te he
dicho amor que el lugar no aguanta con las nuevas exigencias. Sé que le tienes
cariño, pero está cayéndose en pedazos.
-Cierto, pero es
parte de mis inicios. Aún no le puedo decir adiós. Es mi Shan-grila personal.-
Eli observo el mundo lleno de sombras que les rodeaba y sintió el peso de un
brazo rodeando con delicadeza su vientre.
-Comprendo. ¿Qué
te parece una remodelación?- Michael pregunto con duda, preocupado por su
reacción.
-¿Qué?- Ambos la
miraban con cuidado esperando una reacción más precisa. -Has hecho algo y no me
lo quieres decir. Tu rostro es el de un perrito que ha estado jugando con los
zapatos de cuero y no han quedado bien.
-Algo así.-
Michael desvió la mirada, intentando no sentirse culpable.
-¿La señora
Jennifer?
-Se queda, sin
pagar renta. El apartamento será de ella y de a quien desee dejarlo en su
testamento. Con opción a compra en el momento en que decida venderlo.
-Pero… pero y mi
libro… ya sabes…
-Con el asunto del
embarazo no estás escribiendo, sé de buena tinta que tu editor no se quejará si
cambias la fecha de entrega. Lo tienes en la palma de la mano, todos sabemos qué
haces con él lo que te da la gana y con solo una sonrisa.
-Sí, cómo no, con
lo negrero que es.- Ella lo miró con sospecha, ambos tenían ciertas reglas
acerca de la relación de escritora y editor. -¿Qué vamos a hacer ahora?
¿Armando y los chicos?
-¿Qué te parecen
unas semanas en la pequeña hacienda? La tierra y los animales están siendo
cuidados por el encargado. Pero la casa principal está vacía, allí tienes una
gran biblioteca y tu cuarto para escribir por si se te ocurre algo.
-¿Qué le decimos a
los chicos?
-Tenemos que
hablar con Armando, pero creo que todos disfrutaran de las pequeñas vacaciones
que puedan recibir.
-Les hace falta…
¿verdad?- Cristina estaba callada observando la interacción entre ambos,
mientras, había prendido un par de velas para alumbrar la habitación, se había
levantado de la cama completamente desnuda después de dar un beso en la mejilla
a Eli que lo aceptó como algo normal. Aunque Cristina parecía estar tranquila,
ninguno de los dos le quitaban la mirada de encima, esperando que se retrajera
ante el dialogo.
-No puedo
rebatirlo.- Eli sabía que los últimos meses no habían sido fáciles para sus
tesoros.- Será el mejor lugar para compartir la noticia.
-Sí, será un buen
lugar para darles la noticia.- Cristina afirmó integrándose a la conversación
mientras volvía a entrar en la cama, sintiéndose cómoda con su desnudez y con
sus compañeros por primera vez.
-Ya veremos…- El
sonido del teléfono detuvo las palabras. El único que sonaba era el de la
cocina por no necesitar de electricidad. Dio gracias por no haberlo cambiado
por uno inalámbrico. Fue a tomarlo desnuda y escucho el silbido de Michael y la
risita traviesa de Cristina.
-Hola…- Mientras
tomaba el aparato en las manos y observo el reloj en la pared, sabía que no
eran buenas noticias al ver la hora. Pero aun así, escuchar la voz temblorosa
de Faith al otro lado del teléfono le puso el corazón en un puño.
-¿Eli?
-¿Faith… qué
diablos?- buscó con la mirada la ropa y los zapatos, maldiciendo en voz baja
por la oscuridad reinante.
-Sí… papi no quiso
llamarte, pero te necesitamos.
-¿Dónde?- la voz
era fría y calculadora.
-Aibonito… Sala de
emergencia
-Maldita sea… dame
cuarenta y cinco minutos.- Colgó con un golpe rápido- Chicos nos vamos. Yo
conduzco.- Cristina y Michael notaron lo serio del asunto y sólo palidecieron
un poco al recordar la forma de conducir de esa mujer.
-¿Qué ha sucedido?
-Te juro que no lo
sé Cristina, pero lo sabré en una hora. A vestirse si vienen conmigo. Aibonito
no está lejos…
-Claro…
-Sí…- dijeron
ambos y se movieron por la habitación con rapidez. Eli se vistió en tiempo
record, tal vez porque sólo se puso un pantalón licra negro y la parte superior
de su pijama favorita. Nada de ropa interior, nada de maquillaje y el cabello
como se había secado luego del baño. Tomó las llaves, la cartera y comenzó a
golpear el suelo con sus pequeñas sandalias.
-¡Listo!- Gritaron
Cristina y Michael que sabían que si no avanzaban los dejaría atrás. No era la
primera vez.
-Vamos…- Ambos
murmuraron mientras corrían escaleras abajo, Michael rezó en voz baja para que
no sucediera nada por el camino. Cristina les siguió con la misma seguridad,
Michael sonrió al notarlo. En momentos de crisis ambas mujeres eran idénticas,
tal vez porque Eli era el modelo a seguir de la joven. Pero no había duda de
que ambas serían de armas tomar si le hacían daño a quienes amaban.
-De Río Piedras a
Aibonito en cuarenta y cinco minutos a las cuatro y media de la mañana, posible
pero de pesadilla en las curvas.- Susurró Michael sabiendo que nadie le
escuchaba. Lo que fue muy cierto, el trayecto fue hecho a una velocidad
vertiginosa y realmente parecía sacado de una pesadilla.
Al llegar a la
sala de emergencia, varias personas saltaron ante el frenazo, el guardia de
seguridad esperaba ver sangre, alguien medio muerto o una mujer pariendo. Al
observar el auto que había llegado con tanto alboroto se encontró con dos
mujeres hechas demonios y un hombre de más de seis pies con una sonrisa simple,
pidiendo disculpas. Lo raro, él no había estado conduciendo el deportivo.
Cuando la mujer se había bajado por el lado del conductor tuvo que pellizcarse.
Era una cosita de cinco pies o menos y muy delgada, pero su mirada hablaba de
infiernos contra quien intentara detenerle.
-Michael,
encárgate.- El mencionado asintió y dio gracias al cielo por haber llegado en
una sola pieza. Observo el reloj en la guantera del auto, cinco con cuatro
minutos. Todo un nuevo record. Colocó el auto en primera y se dirigió al estacionamiento,
sintiendo algo de lástima por el que recibiera a esas dos mujeres.
-Buenos días, soy
la doctora Crast. Me han informado que algunos de mis pacientes están en este
hospital.
-Señora, sus
credenciales.
-Les doy mis
credenciales, pero haga el favor de llamar por el interfono a Faith Morales.
-De inmediato.-
Eli movió las manos en el bolso y espero a que la joven hiciera lo que le había
pedido. Esta sabía muy bien que no debía enojar a los doctores, pero no podía
hacer nada cuando la mujer que estaba ante ella estaba furiosa y tenía pinta de
refugiada.
-Señorita Faith
Morales, le procura la doctora Crast en recepción.
-Gracias, aquí
está mi licencia y mis credenciales.- La joven sonrió. Anotó la información y
la especialidad; “Psicóloga”. No hizo comentario alguno por lo extraño que era
que uno de ellos visitara a uno de sus pacientes en la sala de emergencia.
Cuando entregaba los documentos a la mujer vio como una joven y un par de
muchachos salían por la puerta. No esperaron mucho para lanzarse a los brazos
de la mujer. Ella devolvió el abrazo pero detuvo a la joven.
-¿Armando?
-Bien, le están
dando puntos, pero a mami no la sueltan pronto.- Eli asintió y lanzó una mirada
a Cristina que se llevó a los muchachos a una esquina.
-Te quiero… gracias
por haber llamado.
-La abuela no
quiso venir a ver a mami.
-No te preocupes
las dos sabemos que tu abuela es como la avestruz. Llévame dónde está tu padre.
-Se enojó cuando
escuchó el mensaje.
-Ya se le pasara.
Lo importante es que la familia este unida. Michael está fuera estacionando el
auto.- Ambas caminaron por el pasillo lleno de ruidos de hospital.
-Eli fue horrible.
Mami está como loca. Cuando llegamos nos envió a la habitación sin decir nada.
Estaba bebiendo, como dos horas después comenzó a dar gritos mientras
destrozaba el salón con un cuchillo. No sé quién llamó a papi, pero para cuando
llegó, mami estaba cortándose ella.- La joven caminaba despacio mientras
susurraba las palabras con lágrimas en los ojos. -Papi trato detenerla, entre
gritos y forcejeos le dio dos tajos enormes en el brazo.- Eli vio a la niña que
se escondía muy bien tras una sonrisa en los momentos difíciles. Sin embargo,
ahora estaba asustada y preocupada de todo lo que se salía de control. No podía
asimilar la imagen de violencia con su madre, algo normal, la negación era
parte del proceso. Está como loca… cuántas veces había escuchado eso de
personas que eran testigos de una auto-agresión, por expresar un dolor interno.
Lo que se pregunto fue qué hizo explotar a Sara.
-Faith ambas
sabemos desde hace mucho que tu madre tiene problemas. Dentro de los sucesos
del día de ayer te puedo decir que ella tomó decisiones. No fueron acertadas
pero esperemos que aprenda de ellas.
-¿Y si la meten en
la cárcel?
-Por lo que me
dices, ella no atacó a tu padre directamente. Sí es así puede maniobrar para
que obtenga la ayuda que necesita. Vamos a ver a tu padre y luego visitare a tu
madre.
-Gracias…- Susurró
la joven que dio varias vueltas hasta llegar al cubículo en que atendían a su
padre.
-Armando…- él
sonrió con tristeza al verla, asintiendo en son de disculpa.- ¿No te mueres?
-Ahora no…
-Ya sabes, cuándo,
dónde y cómo quieras.- Él sonrío con ternura ante la doble referencia. El
médico guardo silencio ante el intercambio, pero sus ojos brillaban con
curiosidad.
-Sí, lo sé… hago
la misma invitación.
-Te tomo la
palabra querido. Toda la caballería está en el hospital. ¿Por otra parte crees
que ayudaría en algo mi presencia con Sara?
-En estos momentos
te juro que no sé nada.- dijo derrotado y sin sonrisa en los labios.
-Sí, ya imagino,
voy a checar con su médico.- Con paso seguro y sin importar su vestimenta, se
acercó a la estación de enfermeras. Allí dos féminas con gorritos diferentes la
observaron de seguro pensando que era una paciente o un familiar. No se
equivocaron, pero no era todo.- Buenas noches, espero me puedan ayudar a
localizar a una de sus pacientes, Sara Santiago.
-Soy su doctora.
Quién es usted.- dijo una mujer que se había acercado sin que Eli se diera
cuenta.
-Buenas noches. Mi
nombre es Elizabeth Crast. Soy la psicóloga de la familia. Me han llamado para
informarme que la señora sufrió una crisis.
-Cierto, estrés y
depresión causados por el divorcio.
-Lo imagino.
¿Algún tipo de medicación?
-No se sabe con
certeza, pero la mujer había bebido, más su hija nos informó que en los últimos
meses ha estado tomando pastillas para dormir.
-¿Lavado de estómago?
-Sí, aunque se le
tuvo que restringir por acciones violentas.
-Es compresible.
¿Heridas?
-Nada en que
peligre su vida, pero tendrá cicatrices en lugares que mujeres desearían no
tenerlas.- El intercambio de una a la otra era frío y calculado, ninguna de las
dos estaba dando más información de la necesaria para conocer el estado de la
paciente. Sin embargo la curiosidad brillaba en la mirada de la doctora que
había visto el caso.
-¿Es posible
cirugía para eliminarlas?
-Sí, el médico que
la atendió al llegar es un buen cirujano. Dejo su información para más detalles
de posibilidades.
-Creo que la
familia entera lo agradecerá. ¿Puedo visitarle?
-No creo que haya
problema. Ya está en el área de salud mental. Hoy la sala está vacía, sólo
ella.- Eli asintió con tristeza.
No era la primera
vez que visitaba una de esas salas. Al llegar vio al enfermero con los ojos
algo enrojecidos, tal vez por la falta de sueño, pero la nariz roja hablaba de
llanto. Su mirada no se despegaba de la mujer que tenía el rostro volteado
hacia la pared. La estación desde donde vigilaba tenía dos ventanales grandes,
uno daba a un patio y el otro a una segunda sala donde cinco camas vacías
acompañaban a Sara.
-¿Algún cambio?-
Extraño, para una persona que parecía estar atento, se había sobresaltado.
-Ha despertado
algo inquieta pero ha vuelto a dormirse en dos ocasiones.- contesto él con voz
ronca, eso era lo que Eli llamaba una voz excelente para líneas calientes.
-¿Algún sedante?
-No hasta que pase
todo efecto del alcohol en la sangre.
-Voy a entrar.- El
asintió y tocó el botón de seguridad. El sonido le era conocido, pero para nada
le gustaba, parecía el sonido de una cárcel. Al observar la cama vio que Sara
estaba despierta, Eli no sabía que esperar de la situación. Sinceramente, había
una gran posibilidad que su presencia enviara todo al quinto infierno. Carajo…
El enfermero había regresado a lo suyo o por lo menos eso quería aparentar,
algo le decía que el joven no estaba tan alejado de la situación como quería
hacerle creer. El cielo grisáceo se estaba llenando de colores, estaba amaneciendo.
-¿Qué carajo haces
tú aquí?
-Faith me ha
llamado…
-Que bien por la
pequeña traidora.
-Sí verdad. No
sólo me llamó por su padre y sus hermanos. También lo hizo por ti. ¿Recuerdas
que ha sucedido?- Creyó ver algo de sonrojo en Sara, lo que le dijo que iba a
mentir sobre cuanto recordaba.
-No muy bien. Sé
que tuve una discusión con mi madre de los mil demonios, me llamó de todo y yo
no me quede callada. Salió a relucir lo sucedido con Faith, más o menos acepto
que pudo haber sucedido. Recuerdo que saque las botellas de licor que le han
ido regalando a Armando, luego está todo borroso.- Ya tenía una idea más clara
de lo sucedido.
-¿Tomaste alguna
pastilla?
-No, llevo un par
de meses sin tomar nada, asuntos del estómago.
-¿Resaca?
-Sí, una de los
mil demonios. Nunca había bebido tanto. Pero no niego que el miedo es mayor que
el dolor.
-Comprendo… Cuando
llegó Armando, porque uno de los chicos le había llamado, te encontró
cortándote y destrozando el salón de tu casa. Al intentar quitarte el cuchillo
recibió dos heridas en un brazo, lo que te coloca en una situación difícil para
con la ley.-Eli trató por todos los medios de mantener la apariencia fría de
una profesional, aunque tenía que admitir que se le hacía difícil.
-Eso a ti que
carajo te importa.- Ahí estaba el arrebato de Sara lo que hacía muy difícil ser
una persona racional. Se acercó lo suficiente a ella como para que conversación
no fuese escuchada por nadie.
-Voy a ser
completamente sincera. Me importa porque eres parte de mi familia, me caes mal,
detesto tu formato de raciocinio. Te considero una hipócrita, en algunas
ocasiones desearía hacerte ver la verdad a cachetadas. Pero aun así eres
familia.- Sara la miraba sin poder creerlo del todo.- Mira, no es nada
problemático ni difícil de comprender. Si tú estás bien, los chicos están bien
y Armando a su vez estará bien. No pongas esa cara de idiota, recuerda que yo
soy la ramera que se acuesta con tu ex marido.
-Tú estás
cabronamente loca.
-Loca no, por
favor… ¡Excéntrica!- Sara se hecho reír sin poder evitarlo, esa mujer con su
pequeño empaque tenía unos cojones de oro.
-No te lo voy a
discutir. ¿Cómo he llegado aquí?- Eli supo de inmediato que no se refería al
hospital, sino a la situación. Las lágrimas en los ojos mencionaban muchas
posibilidades.
-Como todos
nosotros. Aprendemos desde muy jóvenes a vivir con las expectativas de otros.
Olvidamos sonreír y lo mucho que nos gusta hacer reír a otros. Pero sobre todo,
dejamos de vernos como somos, aceptando la visión del mundo sobre nuestra
persona como algo real e incombinable.- Eli suspiro profundo, hablaba por parte
de la experiencia.
-¿Has estado aquí?
-En esta sala no,
pero si en otro hospital como paciente unas cinco veces. Más como consejera
otras tantas.
-¿Sabes? Es mi
primera vez…
-Sara si has
llegado aquí es que has tocado fondo. Tú decides, agarras a la bestia por el
hocico o te escondes de tu realidad. Ninguna de las dos opciones es fácil, sin
embargo es tu decisión.
-No sé cómo
cambiar.
-Nadie lo sabe,
¿pero eres consciente de que necesitas ayuda?
-Sí…- Una palabra,
un susurro ante los rayos de luz que entraban por la ventana iluminando la
habitación. Esperanza…
-Ese es el primer
paso. Puedo recomendar a unos especialistas, de los que puedes escoger a uno.
-¡No…! Tienes que
ser tú.- Ante estas palabras Eli no supo que decir, sólo le quedaba aclarar la
situación.
-Eres consciente
que trabajo más con traumas sexuales.
-Sí, pero no
podría mostrarme como soy con otra persona. Carajo, intentaría ser la damita
que mi madre me enseñó a ser.
-Me lo imagino.
Comprendo.- Eli entendía muy bien, con ella había mostrado todos sus rostros o
los que ella pensaba eran sus rostros.
-Lo intentaremos,
pero deseo que la opción este abierta para ambas. Si después de hoy quieres a
otra persona lo podemos arreglar. ¿Quieres ir al baño?- la mujer asintió y miró
sus muñecas atadas a la cama por correas de cuero. Odiaba dormir boca arriba y
esos amarres no le daban otra opción.- ¿Si te sueltan las manos te harías daño
o a alguien más?
-La persona a la
que deseo asesinar en estos momentos no se encuentra aquí.
-No entiendo.
-Mi hermano…- Dos
palabras susurradas con tanto odio. Fueron suficientes como para decirle lo
mucho que había crecido la mujer en una sola noche. Ciertamente había esperanza
para ella y para su familia.
-Está bien. Voy a
pedir que vengan a ayudar. Un baño te sentará mejor, pero no vas a poder estar
sola por varios días. Otro asunto, ¿las heridas que te infligiste?
-Sí ya sé. Voy a
estar marcada por el resto de mi vida.
-No es
necesariamente así, pero no te preocupes por ello ahora, lo que te quería decir
al mencionarlas es que tal vez no debas mojarlas. ¿Un baño de esponjas y un
masaje? Será interesante ver tu reacción a poder dormir relajadamente.- Sara la
miró con cara de duda pero no dijo nada.- ¡Disfrútalo!
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